lunes, 23 de junio de 2008

Estrategias mercantiles

Antes de entrar en la tienda ya sabía que acabaría desquiciado. La cola de personas sujetando sus bolsas de plástico con cara de asco, daba la vuelta al mostrador y llegaba al borde con la carretera. Al coger la compra, entró en la larga cola a la vez que aprovechaba para observar el panorama, deleitandose con el espectáculo que suponía estudiar la hilera de personas.

Justo delante suyo, una familia de 7 miembros chillándose los unos a los otros por un motivo relacionado con el sitio donde habían aparcado la furgoneta. Algo más adelante, un chico tarareaba el ritmo de la múscia que escuchaba por los altavoces, mientras daba golpecitos con el pulgar en una de las barras del carro de la compra queriendo emular, sin duda, al batería del grupo.

Después del chico, unas cuantas señoras de venerable edad charlaban sobre algún tipo de reunión periódica que tenían en el centro del barrio y otra mujer, esta más joven, las miraba por el rabillo del ojo y soplaba a intervalos regulares, con un eviente cabreo por el ruido que las ancianas hacían.
Delante de la señora susceptible, dos chicas jovenes miraban la pantalla de un teléfono móvil y de tanto en cuanto soltaban una insoportable risilla provocada por la pantalla del artilugio.

Algo más adelante, después de un grupo de gente aburrida por el lento avanzar de la cola, a pesar de la rapidez mecánica con la que trabajaba la encargada de la tienda, tres hombres de mediana edad hablaban sobre lo "buena" que estaban las chicas del teléfono móvil; y ya casi en frente de la dependienta, una mujer mayor intentaba pasar delante de otro chico que escuchaba música esgrimiendo el argumento que tenía que ir a hacerse unos análisis muy urgentes "por el azúcar, ¿sabes niño?" y, al ver frustrado su intentona de adelantar una posición, empezó a blasmar sobre "lo caro que está todo hoy en día".

Nuestro protagonista, al ver tal espectáculo, cogió un billete de valor muy superior al de la compra, lo dejó al lado de la dependienta y con un "hasta luego" perfectamente audible por todos, dejó la tienda entre la mirada de la gente que empezó a sacar billetes de sus monederos y a apelotonarse ante la dependienta.

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