Caído en el suelo. Jadeando como un muñeco al que se le están acabando las pilas. Con la nariz rota y el rostro cubierto de golpes y bañado en su propia sangre. Pero su rival no estaba mucho mejor que él. Claro que a Bobby Hammer no le habían sobornado para perder.
Había sido en la víspera del combate que tenía que decidir el aspirante a luchar contra el campeón del peso gallo norteamericano, el padre de Bobby le ofreció una maleta llena de billetes de 100 pavos. Sólo un estúpido no le aceptaría dinero al gobernador de un estado. Y él no era ningún estúpido, así que no se lo pensó dos veces y cerró el trato: dejarse noquear por Hammer.
Fue un combate largo, llegando al décimo asalto sin ninguna cuenta del árbitro. Pero en el tiempo entre décimo y decimoprimero, un matón del gobernador se le acercó para indicarle que lo debía hacer en ese round. Seguramente sería en el asalto que Hammer tendría más apuestas en contra.
Así que le dio un par de ganchos, y esperó al primer crochet para dejarse caer brutalmente en el ring. El que si que resultó estúpido fue Billy, que no pudo resistir y se cayó en el instante que el árbitro empezaba la cuenta.
Caído en el suelo. Jadeando como un muñeco al que se le están acabando las pilas. Con la nariz rota y el rostro cubierto de golpes y bañado en su propia sangre. Se sorprendió con la decisión que estaba a punto de tomar: ser el próximo aspirante a campeón del peso gallo.
L'autor (un animal com qualsevol altre)
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